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Periodismo para la gente

Peor que el animal

Peor que el animal

Desde hace 16 años, el mundo del periodismo recuerda cada 3 de mayo como el “Día Mundial de la Libertad de Prensa”.

En una fecha como ésta se debate los principios fundamentales de la libertad de prensa, la libertad de expresión y el estado de estos derechos en la sociedad.1
Añadamos a eso, el acceso al derecho de la información que todos tienen. Sin embargo, en nombre de este derecho se vulneran otros más importantes. Y la mayoría de ellos los comete la propia prensa.

La línea de varios medios de difusión ya no se acerca a la tan soñada libertad de expresión. Se hace, más bien, burla de ésta. No le interesa pasar ni pisar cuantas sensibilidades estén en su camino. Esa línea le hace daño no sólo a los medios.
Pero en el caso de Bolivia, la novedad no se queda ahí. Lo triste radica en que no se puede salir de ese problema.

Tal como se ve la realidad de este país, atrás quedaron los ataques contra los periodistas, las leyes que restringen el ejercicio del periodismo o la censura indirecta que el Poder político (y ahora los “movimientos sociales o cívicos”) imponen a los medios, a través de varios métodos violentos o comerciales.


Es triste darse cuenta de que muchos medios disponen del poder de la “manipulación” para hacerle frente al Poder Político. Y por desgracia, la gente ajena a esa contienda (propietaria exclusiva de la información) es la que paga las consecuencias.

Por culpa de la manipulación tenemos gente desinformada y harta de todo cuanto ocurre en la sociedad. Y como colofón, hay gente cansada y agobiada de las taras del periodismo.

¿Cuándo esta clase de periodismo se pondrá en sintonía con el pueblo? Cuando dejemos de depender del poder equivocado del dinero; cuando comprendamos que uno de los valores primordiales del buen periodismo es el compromiso con la vida; cuando percibamos que no es necesario mostrar sangre para pronunciar la palabra “muerte”; cuando concibamos por adelantado de que sí podemos causar mucho daño en nombre de la LIBERTAD de expresión; cuando dejemos de convertirnos en el escenario, perfecto, mudo y estúpido donde nos burlemos de la paciencia de las personas; cuando advirtamos que por culpa del prejuicio somos capaces de coleccionar coberturas irresponsables cuyas consecuencias apenas logramos reparar; cuando sepamos decidir –aun a pesar de nuestros jefes– de que nuestra libertad termina con el derecho de los demás; cuando nos demos cuenta de que el rating de audiencia no es otra cosa que la carrera acelerada y triste hacia la complicidad de crímenes.

Por ejemplo, cada que los noticieros muestran cómo matan a alguien, ese alguien muerte tantas veces sin que nos demos cuenta. Y lo que es peor, muere el también honor de su familia.

Desde luego, no es culpa de los medios que las ansias de poder hayan vuelto violentas a algunas personas, pero es su culpa difundir esa violencia con tanto morbo que sobrepasa los límites del respeto que éstos le DEBEN a la sociedad y a la vida en sí.

O como dijo el premio Nóbel de Literatura, Rabindranath Tagore: «El hombre, cuando es animal, es peor que el animal».

Referencias:
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1 Un comunicado de prensa de la UNESCO dice que “el Comité para Proteger a los Periodistas (CPJ), al menos tres periodistas han sido asesinados cada mes en los últimos quince años alrededor del mundo. El Instituto Internacional de Seguridad Periodística (INSI) registró un total de 22 muertes por asesinato o accidente en la región en 2008. La mayoría de los crímenes contra periodistas y otros profesionales de los medios permanecen impunes. En América Latina, las formas tradicionales de censura directa, como prohibir ciertos medios o poner algunas publicaciones en la lista negra, han sido reemplazadas por formas de control más sutiles e indirectas”.

Las consecuencias de la censura sembraron miedo a las represalias y la autocensura.

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